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miércoles, 14 de abril de 2010

La llegada del Hermano Primi a Ciudad Guayana.

Con la llegada de un santo varón, el Hermano Primi, o “el Padre mayor” como le llamaban muchos, religioso que después de cumplir los 65 años, se decidió a venir a los calores de Ciudad Guayana a aportar su larga experiencia, la evangelización popular tuvo un gran aliado. Aquello de “evangelizar a tiempo y a destiempo” se hizo vida: en la puerta de casa, debajo de la maloca, en la iglesia en las casas… en todas partes enseñaba a los niños a santiguarse, a rezar el Avemaría, el Padre nuestro. Las paulinas debían haberle hecho un monumento, al menos un gran descuento, pues vendió y regaló miles de catecismos y libritos de cómo rezar el rosario, estampas, medallas, rosarios, y demás medios para fomentar la devoción popular. No hace todavía un año, que debido a su salud, decidió volver a España a descansar. Los muertos vivieron con él, pues le llamaban a hacer novenarios a cientos de casas. Tenía que multiplicarse para dar a basto. Como no manejaba, por su edad, venían a la puerta de la iglesia a buscarlo: en taxi, en carros de las más diversas marcas, en moto y con frecuencia hasta en autobús, para él solo, propiedad de algún familiar del difunto. ¡No temblaba, con todo podía! Anécdotas tiene miles.

Recuerdo cuando le llamaron a una casa para echar unos malos espíritus, que no dejaban dormir a nadie en la casa, especialmente a una joven que tenía hasta apariciones. ¿Qué hizo el buen Hermano Primi? Nada más entrar por la casa y ver la TV prendida, arrancó los cables y sentenció con voz potente: ¡Cómo no van a tener apariciones y malos espíritus, si todo el día están viendo noveluchas y cosas de terror… Recemos más bien el rosario…! Y, no sabemos si los malos espíritus desaparecieron, pero al menos hubo tranquilidad en la casa por unas horas.

Fragmento “Misión de San Félix”

P. José María Rodanés SDS

2001

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