Con la llegada de un santo varón, el Hermano Primi, o “el Padre mayor” como le llamaban muchos, religioso que después de cumplir los 65 años, se decidió a venir a los calores de Ciudad Guayana a aportar su larga experiencia, la evangelización popular tuvo un gran aliado. Aquello de “evangelizar a tiempo y a destiempo” se hizo vida: en la puerta de casa, debajo de la maloca, en la iglesia en las casas… en todas partes enseñaba a los niños a santiguarse, a rezar el Avemaría, el Padre nuestro. Las paulinas debían haberle hecho un monumento, al menos un gran descuento, pues vendió y regaló miles de catecismos y libritos de cómo rezar el rosario, estampas, medallas, rosarios, y demás medios para fomentar la devoción popular. No hace todavía un año, que debido a su salud, decidió volver a España a descansar. Los muertos vivieron con él, pues le llamaban a hacer novenarios a cientos de casas. Tenía que multiplicarse para dar a basto. Como no manejaba, por su edad, venían a la puerta de la iglesia a buscarlo: en taxi, en carros de las más diversas marcas, en moto y con frecuencia hasta en autobús, para él solo, propiedad de algún familiar del difunto. ¡No temblaba, con todo podía! Anécdotas tiene miles.
Recuerdo cuando le llamaron a una casa para echar unos malos espíritus, que no dejaban dormir a nadie en la casa, especialmente a una joven que tenía hasta apariciones. ¿Qué hizo el buen Hermano Primi? Nada más entrar por la casa y ver
Fragmento “Misión de San Félix”
P. José María Rodanés SDS
2001
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