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miércoles, 1 de abril de 2009

Presencia Salvatoriana ininterrumpida.


Muchas son las vivencias, imágenes grabadas y recuerdos que se suceden y amontonan en la memoria en el transcurso del tiempo, a través de las personas con quienes trabajas, convives; a través de las situaciones institucionales y sociales tensas quenos circundan, impregnadas de ilusiones, trabajos y esperanzas.

En estas líneas quiero resaltar los primeros momentos y años en que esta aventura se emprendió con espíritu de trabajo, alegría y sacrificio; momentos en los que se fueron sorteando las dificultades que se presentaron durante el camino a recorrer.

En este orden de ideas, seguramente que todas las personas (y grupos vinculados directamente a esta labor inicial y progresivamente, a saber: Fernando, Hipólito, Eugenio, Lorenzo, Roberto San Juan, Santiago, Primitivo, José María, los “Laicos Salvatorianos” en Trapichito, las Hermanas de la Presentación de la Virgen Niña de Granada, las Hermanas Salvatorianas, José Vásquez, Gilberto…), les habrá producido profundas huellas en sus vidas, tanto más cuanto más se vaciaron, para dejarse llenar del espíritu emprendedor y generoso que concede el Espíritu de Dios a quien se pone en sus manos en actitud de servicio.

La relación personal

Las Hermanas de la Presentación de la Virgen Niña de Granada, los feligreses, los Misioneros Claretianos, las señoritas italianas de la Diócesis de Brescia, los Jesuitas, las Hermanas del Santo Ángel, los misioneros y misioneras americanos de la Diócesis de San Pablo en Minnesota (EEUU), el clero diocesano y regular de la Diócesis, el señor Obispo, los grupos de reflexión y acción conjunta de Recumar, el grupo Calama, los niños, los jóvenes del grupo Prosperidad, Ancla, Siempremar, catequistas, animadores de las CEB, dirigentes de Encuentros Conyugales, animadores de Encuentros de Hijos e Hijas, animadores de asociaciones de vecinos, Concejo Municipal, jóvenes deportistas, grupos de animación vocacional, en resumidas cuentas, que nuestra casa siempre estuvo abierta a sucesivas relaciones y éstas fueron tan ricas y edificantes que la amistad y la profundización en la fe siguen latentes y arraigadas en los corazones de cada uno de nosotros, puesto que ni la distancia ni el tiempo han podido borrar los lazos de comprensión y amor.

Las relaciones apostólicas

Las relaciones apostólicas se iniciaron de una manera sencilla y progresiva: visitando veredas, acercándonos a los hogares de Vista al Sol, en la primera, segunda y tercera etapa, en el Barrio Libertador, en el Barrio Cristóbal Colón, haciéndonos presentes en los colegios públicos de la Parroquia, acercándonos a familias necesitadas, celebrando la fe en la Iglesia de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen.

Penetramos los asentamientos campesinos de Chirica Vieja, Manuel Piar, El Rosario, Platanal, Nuevo Mundo, Palo Grande, los Culíes, Mamonal y Guanaima, todos ellos, en el área de nuestra parroquia encomendada, hasta los límites con la Parroquia San José en el Pao.

Para ello, creamos grupos de catequistas, grupos de jóvenes, de adultos, de CEB, encuentros de matrimonios, de Hijos e Hijas, encuentros familiares, aulas de alfabetización y educación de niños desescolarizados, grupos de animación cultural, de labor social. Participábamos en las asociaciones de vecinos. Hicimos frente a la tarea de la Misión Nacional y la Misión Permanente.

No había área apostólica a la que dejásemos olvidada por desidia o abandono, mas bien, donde nos solicitaban y llegaban nuestras fuerzas y recursos allí estábamos presentes.


La situación social


Nuestra Parroquia estaba situada en el extrarradio del San Félix. El sector más populoso comprendía los barrios Vista al Sol, Libertador y Cristóbal Colón, y luego comprendía área de asentamientos campesinos salpicados, alguno de los cuales distaban 5, 10 y hasta 35 kilómetros de nuestra casa parroquial.

Estas barriadas ya en 1983 ascendían a unos 40 mil habitantes, adolecían de servicios sociales, como red eficiente de agua potable, tenían redes de cloacas en muy mal estado, calles y veredas con grandes socavones, calles sin asfaltar, las mejor asfaltadas eran las de la Ruta 1 y Ruta 3, por las que transitaban los microbuses, pero dejaban mucho por desear y a ciertas horas de la noche no había transporte público por la inseguridad, mal drenaje de las aguas de lluvia que inundaban las casas humildes de latas y palos.

Había escuelas básicas, pero con deficiencias de cupo escolar y muy bajo nivel educativo. Había un módulo de salud pública o ambulatorio, pero con muy mal servicio de atención. La delincuencia, el desempleo, el mal alumbrado público, tenían azotada a la población. La población de nuestros barrios eran gentes venidas de diversos puntos del país ante el despliegue económico de grandes empresas de hierro y aluminio que se iniciaron a mediados de la década de los 70, así como algunos extranjeros de Colombia, Chile, República Dominicana, como mano de obra más cualificada.

El basurero de San Félix y Puerto Ordaz estaba situado en nuestras barriadas entre las casitas de zinc y palos, llenas de moscas, malos olores, plásticos y zamuros revoloteando.
Los camiones no recogían las basuras de nuestros barrios, sino que venían a depositar las basuras de toda la ciudad, y allí rebuscaban niños y adultos algo útil.

Para comprar alimentos no había centro comercial. Había que desplazarse hacia el mercado de Nueva Chirica, cercano a la primera etapa de nuestra barriada; o bien desplazarse unos 4 kilómetros hasta el mercado de San Félix. En cambio, sí había en nuestras barriadas pequeñas bodeguitas, para comprar los alimentos más necesarios, panadería y muchas licorerías para comprar cerveza y ron.

Como podemos comprender, en aquel entonces estaba casi todo por hacer. Y muchas situaciones sociales de vías públicas, centros educativos, han ido mejorando. Otros sectores nuevos de invasión siguen con similares deficiencias.
Han pasado tantos años y podemos decir, sin pretensiones de ninguna clase, que nuestra labor ha dejado huella humana social y cristiana, que nuestra presencia ha contribuido a sembrar paz, educación, espíritu de superación personal, bienestar social, mejores relaciones sociales y fortaleza en la vida familiar cristiana.

Una mirada hacia el futuro


Actualmente esta labor apostólica está encomendada al Vicariato Sal vator iano de Venezuela, fortalecido con la labor de las Hermanas Salvatorianas en las barriadas de La Victoria, que tienen ya un recorrido realizado, tienen sus casas edificadas , templo s construidos y muchas relaciones humanas y cristianas emprendidas y desarrolladas. En este orden de ideas, cada persona y momento histórico es irrepetible. Y Dios confía en cada uno de sus instrumentos para elaborar una armoniosa melodía con
nueva orquesta.

Así pues, rememorar el 25 aniversario del apostolado Salvatoriano en San Félix debe ser un momento de nuevo impulso. La tarea del Vicariato y de la comunidad local en San Félix, juntamente con las Hermanas Salvatorianas, no está exenta de realizar un análisis viendo los pros y los contras para sopesar y discernir lo que nos edifica y lo que nos diluye, o distrae y quita fuerzas, para saber qué retos debemos emprender y construir, todos en la misma dirección.

Una vez con el objetivo clarificado, es decir, esto es lo que queremos, hay que sentarse a valorar con qué fuerzas y material humano pueden contar y cómo ampliar los agentes de pastoral, así como los recursos económicos que se necesitan.

Finalmente, saber cómo debemos realizar esta labor encomendada, para ser fieles al Evangelio de Jesús, para ser honestos y exigentes con nosotros mismos. En ello está en juego nuestra vida, nuestra credibilidad y testimonio, siendo respetuosos y comprensivos con el trozo del pueblo de Dios que nos ha sido encomendado.






P. Hipólito Pérez, sds



Fuente: Revista "Iglesia y Vida" (Septiembre 2008)

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